viernes, 29 de abril de 2011

GRATITUD


     *Para los que la tienen,
para los que ya no la tenemos
y para los que aún teniéndola...
pues parece que no tienen

     El día que esté vieja y ya no sea la misma, ten paciencia y compréndeme.

     Cuando derrame sobre mi camisa y olvide atarme los zapatos, recuerda las horas que pasé enseñándote a hacer las mismas cosas.

     Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras que sabes de sobra cómo terminan, no me interrumpas y escúchame.

     Cuando eras un pequeño, para que durmieras tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerraras los ojitos.

     Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y comprende que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas; piensa cuántas veces cuando niño te ayudé y estuve paciente a tu lado esperando que terminaras lo que estabas haciendo.

     No me reproches porque no quiero bañarme; no me regañes por ello. 

     Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que inventaba para hacerte agradable tu aseo.

     Acéptame y perdóname.

     Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu risa burlona.

     Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.

     Cuando en algún tiempo mientras conversamos me llegue a olvidar de qué estábamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario, hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te burles de mí; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me escuches en ese momento.

     Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuánto puedo y cuándo no debo.

     También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir.

     Cuando me fallen las piernas por estar cansadas de andar, dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas.

     Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y sólo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuánto te ame. Trata de comprender que ya no vivo sino sobrevivo, y eso no es vivir.

     Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que haz debido recorrer. Piensa entonces que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.

     No te sientas tiste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir.

     De la misma manera como te he acompañado en tu sendero te ruego me acompañes a terminar el mío.

     Dame amor y paciencia que te devolveré GRATITUD y sonrisas, con el inmenso amor que tengo… por ti .

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